Sunday, February 05, 2006

¡Todos echamos de meno la falta de valores!, dice el Párroco del Hatillo

Mientras Margarita se preparaba para recibir el año nuevo en Petare, su madre, a la cual mantiene, amenazaba con matarla y destruía, borracha, todo lo que conseguía a su paso. Al mismo tiempo, en Ocumare del Tuy, Adriana Meneses moría baleada por 3 hombres que pasaron frente a su casa celebrando la llegada del nuevo año, y dejaron a su hijo de cinco meses de nacido sin madre. Mientras tanto, Yusbelis Rosales de 16 años de edad, quien lleva varios años viviendo con su pareja en el Valle, daba a luz en la Maternidad Concepción Palacios a su segunda hija; el primero ya tiene un año y seis meses.

Así recibieron ellos el año 2006, pero todos los días ocurren cosas como esas en Venezuela. Hace ya unos años Mariana, una niña de 11 años, fue violada por su padrastro y dio a luz a un bebe. Arturo, de 12 años, le robó dinero a su madre para comprar drogas, ella, como castigo, le pinchó los dos ojos con un tenedor. Adriana, una joven de 19 años de clase media alta, tuvo relaciones sexuales con una pareja ocasional, no quería tener el bebe y se practicó un aborto en el interior del país: hoy continúa con su vida normal. Una pareja de niños de 14 años, con un nivel socioeconómico alto fueron al doctor y le diagnosticaron gonorrea, su reacción fue de risa y se preguntaban quién se lo habría pegado a cada uno; el médico, indagando, encontró que habían tenido cada uno 6 parejas sexuales diferentes.

También existen diversas tragedias en lo barrios venezolanos donde la droga y el alcohol son la única “diversión” que se consigue. Carolina es una muchacha que, desde los 12 años toma alcohol, a los 15 se unió con un hombre y fruto de ello nació una niña. A los 17 años decidió unirse a otro y de allí nacieron 2 varones. Ella era alcohólica y drogadicta, su pareja era traficante de drogas y por ello lo matan. Esto la hace cambiar y busca un curso de rehabilitación, cuando estaba reunida con sus familiares para despedirse porque partía al curso, el mismo hombre que asesinó al padre de sus hijos, la mata a ella y los niños quedan bajo la tutela de su abuelo.

María, es una mujer ecuatoriana que llegó a Venezuela para trabajar, se unió como pareja a un hombre borracho con el cual tuvo 2 hijos, éste llegaba todas las noches borracho y golpeaba a su mujer y sus hijos, hasta que una de esas noches un vecino salió a defenderlos y lo golpeó. Pusieron la denuncia ante el Tribunal de Protección del Niño y del Adolescente y se decidió que el padre debía abandonar el hogar, él lo hizo, pero al poco tiempo volvió aún peor y es ahí cuando asesina a su esposa. Los niños, que estudiaban en un escuela de las Salesianas, pasaron a un reten de menores y él terminó preso. Comentaba lamentado, que el quería ser bueno pero no podía porque todo lo inducía a la violencia, que nunca había tenido familia porque lo habían abandonado a los 4 años y por eso se refugiaba en el alcohol.

Lamentablemente la mayor parte de los venezolanos viven así su día a día, con historias que empañan sus ojos con lágrimas y llenan su corazón de dolor y resentimiento hacia los demás. Estas situaciones ponen de manifiesto la falta de valores entre los ciudadanos venezolanos qué, en palabras del padre Manuel Díaz Álvarez, Párroco del Hatillo, antes “recibían, casi como propio de la idiosincrasia y de la cultura del país, a través de la familia y fundamentalmente de la madre, ciertos valores fundamentales de comportamiento: el respeto a lo del otro, la sinceridad, el sentido de hospitalidad, de solidaridad, de justicia, de respeto.”

Sin embargo, manifiesta que “en las últimas décadas, con la emigración del campo a la ciudad de forma masiva, y la instalación de gran parte de la sociedad venezolana en zonas marginales, donde hay mezclas de culturas, de creencias, de formas de vida; se ha ido perdiendo la escala de valores.” Considera que se vive, se supervive casi, tratando de defenderse a como de lugar para lograr esa supervivencia y eso hace que muchos valores se hayan perdido. Esto ha hecho surgir la sospecha, el individualismo, la violencia y la agresividad: “se han perdido muchos valores en gran parte de la sociedad venezolana, en otros todavía se mantienen”, aclaró.

Pone como ejemplo de ello al Municipio El Hatillo, el cuál comprende una sociedad contrastante ya que hay desde los más humildes, hasta los más pudientes; como Párroco, cree que “en el fondo de todos ellos están los valores y raíces familiares todavía sólidas”. Esto contribuye a que se mantengan ciertos valores de convivencia con los demás es “la profunda creencia religiosa de gran parte de la gente de aquí”, refiriéndose los habitantes del municipio.

No obstante, le preocupa esta situación en la que hemos estado viviendo los venezolanos; manifiesta que no sólo se da en la sociedad sino también en los políticos, que cada día “mienten descaradamente, utilizan el poder que tienen para tratar de convencer al otro de lo que es mentira; estos son antivalores que se han hecho comunes de alguna manera y son vistos más bien como valores.

Eladia Villasmil de Domínguez, directora general de TV Familia y Orientadora familiar, también ve entre la sociedad venezolana la falta de valores, considera que se
carece de valores ciudadanos y que, a pesar de que se conocen y se aspiran, se practican poco. Asimismo, hizo alusión al tema de la estructura familiar en la que debe existir “el respeto, el orden, la autoridad bien ejercida, así como el prestigio de quien la ejerce y la caridad entre sus miembros”, cosa de la cuál carecen la mayor parte de familias venezolanas.

Ante está situación, el padre Manuel considera que lo primero que hay que hacer es “concienciar a todo ser humano de su dignidad, de sus derechos y de sus deberes y también de la dignidad, los derechos y los deberes de los demás, y que en ese sentido aprenderá a apreciarse a sí mismo, a apreciar a los demás. Aprenderá a reconocer sus derechos pero también reconocer a los derechos de los de los demás, y a cumplir con sus deberes y decir al otro que los cumpla, eso fundamentalmente”.

Sin embargo, señaló que “en el hogar, en el medio ambiente, hay que inculcar valores más concretos, y los que en este momento se necesitan en Venezuela, aparte de esos tres básicos, son el sentido de solidaridad, respeto a la pluralidad de opiniones, a la aceptación del otro como es, a la práctica de la justicia y a la honestidad”, la cuál lamenta que se haya perdido en los últimos años en nuestro país.

En su opinión, una de las causas de esto se debe a la influencia de los que se dedican a la política, que “en lugar de hacer de la profesión, una de servicio a la colectividad, con frecuencia, desde los que ocupan los más altos puestos, hasta los más humildes; piensan que si están en un puesto importante y no roban, no saquean, no se convierten en nepotistas, etc. son unos tontos, y eso ha creado en el medio ambiente, el que se pueda agarrar lo del otro con la mayor naturalidad, que el robar no sea pecado, meterse en el mundo del otro, etc. cosa que ha deteriorado muchísimo la convivencia humana y también se ha perdido incluso el valor de la vida misma, la dignidad de la vida misma.”

Por otra parte, ve en la raíz del problema, que hay muchísimos ciudadanos que han nacido en un hogar deshecho, donde no hay padre, ni figura paterna, y cuando la hay, deja mucho que desear; por ello los niños han crecido en un ambiente mórbido, de violencia, de agresividad, de irrespeto y de miseria. “Esos niños y jóvenes han ido creciendo sin valores, es decir, como animalitos, que simplemente se dejan llevar por los instintos y por lo tanto, para ellos, robar, matraquear, flojear, vivir del cuento, agredir, no es ninguna falta, les parece que es una forma de vida normal.”

La orientadora familiar, Eladia Villasmil de Domínguez, por su parte, considera que el nivel de pobreza extrema, la calidad infrahumana de muchas personas de las zonas marginales, se debe al total desconocimiento de los valores y el significado de la dignidad de la criatura humana. Manifiesta que las consecuencias de que los valores no sean vividos entre los ciudadanos venezolanos, en primer lugar dentro de la familia, y por tanto en el ámbito social; son la anarquía y la pérdida de la identidad nacional y familiar.

Mientras que, el padre Manuel advierte, que la falta de valores trae consigo la desigualdad, el desenfreno, una falta de metas e ideales y de sentido de la realidad que deterioran el ambiente, lo cuál estamos viviendo “mientras echamos de menos la falta de valores, ¡todos la echamos de meno!”, dice con preocupación.

Si todos echamos de menos los valores, entonces ¿a quién le corresponde la educación de los mismos?, para entonces conquistarlos y fomentarlos de nuevo. Según la orientadora familiar, la formación en valores depende de la simbiosis de la educación en la familia, en la transmisión de la cultura y las costumbres, de las instituciones educativas y de cada persona.

El Párroco del Hatillo va un poco más allá cuando, además de lo expresado por Eladia Villasmil de Domínguez, plantea que los responsables de la formación en valores, son también los medios de comunicación que han pasado a ser “para bien o para mal” una cátedra más, así como “los líderes de las sociedades, tanto religiosos, como políticos, como intelectuales que son, de alguna forma, el pedestal sobre el cual ven la generalidad de las personas como modelos: deberían también transmitir estos valores a través de sus escritos, de su pensamiento y de su vida particular.”

Lamenta entonces, que ni si quiera exista un ministerio de la familia, “no hay ningún ministerio que haga referencia a los valores, ni en las actividades políticas, ni en las expresiones desde el más importante funcionario público”, aseveró. “Jamás se habla de la familia, lamentablemente, porque a muchos de ellos les falta familia y no saben lo que es la familia”.

“Por eso ¡qué importante es que los que sean dirigentes de un país tienen que tener unas bases sólidas desde el punto de vista moral, un equilibrio psicológico y estar libres de determinados complejos, que después se reflejan en todo lo demás, de tal manera que en estos momentos deja muchísimo que desear esa formación y adiestramiento del ciudadano porque la mayor parte de los líderes que tenemos carecen precisamente de esos valores y de esa experiencia!”, lamentó el padre Manuel.

Asimismo al referirse, a la importancia de la vivencia de valores planteó que toda sociedad sin valores no sabe “distinguir lo que es realmente importante de lo que es pasajero, de lo que es un medio para conseguir un fin superior; y, cuando convierte un medio en un fin, el dinero como fin, el placer como fin, etc.” se deteriora a la persona humana, por lo que, según él, todo país tiene que tener una escala de valores y ninguna sociedad puede subsistir si no tiene una escala elemental de los mismos, que perduren a través de los años.

Para Eladia Villasmil de Domínguez la importancia del conocimiento y vivencia de los valores es imperativo para la búsqueda del bien común. “Para poder conseguir el bien común son necesarios los valores, es necesario aplicarlos en la convivencia humana dentro de la sociedad”.

La Iglesia es una las instituciones que ha dedicado su misión a esta búsqueda, ha sido siempre sembradora de valores, y lo que más lamenta de la situación venezolana es la deshonestidad, la falta de respeto a la opinión del otro, la división entre grupos: “el que no está conmigo es mi enemigo, la falta de respeto a la propiedad del otro, a lo que le corresponde, y luego, de toda una serie de vicios que se derivan de alguna forma de ello”, como lo expresó el Párroco del Hatillo.

Por eso, siempre será un papel determinante dentro de la Iglesia, luchar para que ciertos valores elementales sean respetados, esté quien esté al frente de los puestos importantes del país, tengan la ideología que tengan, porque si no se respetan, todo se desequilibra y todos sufrimos las consecuencias, explicó.

Vemos entonces, cómo se han ido perdiendo estos valores tan importantes para la vida en sociedad, que no existe ninguna institución del Estado venezolano que se ocupe de fomentarlos, y que los líderes políticos de nuestra sociedad no parecen guiar a los ciudadanos según estos, ni practicarlos en su vida personal.

El padre Manuel manifiesta que “la política es una de las profesiones que exige dedicación, convencimiento e idealismo, porque la política es el oficio del bien servir a la colectividad humana y de la búsqueda del bien común, del bien para todos; lastimosamente en nuestro país, la política se ha pervertido, como en una gran parte del mundo”.

Sin embargo, existe una nueva generación de jóvenes con aspiraciones políticas que, fundamentados sobre las bases sociales cristianas, se preocupan por la situación venezolana y ven, en la vivencia de los valores entre los ciudadanos y en los políticos, un asunto esencial para la vida en democracia.

Los valores en la nueva generación de líderes políticos

Juan Miguel Matheus, presidente del nuevo movimiento político, Unidad Nacional (UNA), plantea que el ejercicio de la política está íntimamente ligado a la formación moral de las personas que conforman la sociedad. La tarea del político consiste, en buena parte, en fomentar la vivencia de las virtudes en los ciudadanos. Considera que no se puede pretender realizar una actividad política seria, que sirva de fundamento a la verdadera liberación del hombre, si no se induce a los ciudadanos a que sean buenos.

Por ello, las comunidades políticas virtuosas lo son porque sus hombres y sus mujeres son personas virtuosas. “Para un auténtico político, las soluciones a los problemas de la ciudad están de una manera radical en el corazón del hombre y no en decretos, ni en leyes, ni en ningún otro instrumento que no sirve al hombre si no se vivifican por el deseo recto de encarnar el bien y la verdad en la propia vida.” Considera el ejemplo venezolano el más elocuente al ver como se desligan la moralidad pública de la privada.

Para Juan Miguel Matheus, las exigencias de virtud se incrementan en quienes tienen la responsabilidad de guiar la sociedad al bien común, es decir, en los políticos y en los gobernantes. “El arte de la política y en concreto el arte de gobernar no sólo requieren pericia técnica; requiere, sobretodo, virtud”.

Considera que la aspiración aristotélica del gobierno aristocrático, el gobierno de los mejores por ser los más virtuosos, sigue vigente. “Los políticos tienen que ser los más virtuosos de la sociedad porque en sus manos están las decisiones más importantes de la comunidad política y, además, porque los gobernantes son un ejemplo, una referencia casi obligada, que siguen los ciudadanos en sus vidas morales.”

Asimismo, plantea que para lograr la primacía del bien común sobre el bien particular, e instaurar en la sociedad la verdad, la libertad y el amor, es necesario que los políticos practiquen la fortaleza, la justicia, la prudencia y la templanza como virtudes primordiales.

Por otra parte, ve con preocupación el hecho de que los actuales líderes políticos de Venezuela, sólo buscan el bienestar personal y se ponen de espaldas al bien común; considera que usan el poder para que la ciudadanía y todo el país estén a sus pies, cosa que condena como corrupción política, la cual conlleva al irrespeto de la dignidad de la persona humana.

Esta nueva generación de políticos puede ser un comienzo para el cambio definitivo y verdadero que tanta falta hace en nuestro país, un cambio fundamentado en la dignidad de la persona humana y en la exigencia de la virtud entre los ciudadanos, en las instituciones y en los políticos, de manera tanto privada, como pública.

Ahora bien, no son sólo las familias, ni las escuelas, ni los líderes políticos, los que tienen el deber y la obligación de vivir los valores para fomentar una verdadera sociedad democrática, los medios de comunicación social, también juegan un papel fundamental dentro de la sociedad porque se han convertido en un ejemplo a seguir por la mayor parte de los ciudadanos y de alguna forma los influencian con su programación y su línea editorial. Veamos entonces qué ocurre con ellos en Venezuela.

Los valores en los medios de comunicación venezolanos

Un egresado de la Universidad Monteávila se encontraba haciendo un programa como productor independiente para un canal importante, tenía éxito dentro de lo que era su target, pero los representantes del canal lo llamaron para decirle que el programa necesitaba tener, entre otras cosas, presentadores con menos ropa, argumentando que se adaptan poco a lo que es la línea del canal. Decidieron entonces, no seguir con su programa y pudieron renunciar a continuar con el programa.

Vemos entonces, cómo la dinámica de los medios puede ser a veces muy dura para el periodista y puede degradar la dignidad de la persona humana, por seguir con una línea editorial o una visión de la sociedad equivocada.

El padre Manuel, quien es comunicador social, plantea que los medios de comunicación social, por la sociedad consumista en la que vivimos, se han acostumbrado a que, en lugar de transmitir un programa que forme, entretenga, oriente, y culturice, hacen programas de escándalo o de cualquier barbaridad porque “es su sintonía y eso trae raiting”.

Hace un llamado a los medios a que se revisen en este aspecto para que puedan formar al pueblo, para que aprenda a ver y a oír un programa de calidad y no mantenerlo entretenido con una telenovela o con unos programas exóticos que, con frecuencia, contribuyen al desorden, para poder conquistar el raiting; asimismo, califica como pecado el afán de lucro exagerado que tanto daño causa a la sociedad.

María Eugenia Peña de Arias, ex directora de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila plantea que el problema no radica en si los medios tienen o no la función de educar en valores, sino en que, más allá de si sea bueno o malo, los medios no son neutros: todo lo que transmiten “tiene impacto en las personas que lo reciben, también los valores, entonces lo que es claro es que ellos están transmitiendo unos valores o unos antivalores. Si deben o no es otra cuestión, el hecho es que lo hacen”, aseveró.

Ambos plantean que los comunicadores sociales tienen una función ejemplarizante en la sociedad, por la relevancia que ha tomado la profesión actualmente, y consideran que, si bien los comunicadores deben encarnar todos los valores, hay algunos claves como la prudencia, la veracidad y el empeño por servir siempre a la verdad.

Consideran que la gran mayoría de los comunicadores sociales tienen bien arraigados los valores. Sin embargo, la profesora Peña plantea que el problema está en que “muchas veces el comunicador social no tiene un perfil claro de lo que es, y como no lo tiene, cada uno se va haciendo su idea de lo que debe ser el comunicador; en ese juego de muchas visiones, a veces pareciera que unos le dan prioridad a unas cosas y otros a otras, cuando quizás hay que tener las dos visiones.”

Por su parte, el padre Manuel plantea que una gran parte de los periodistas en Venezuela, “en estos últimos años han demostrado una valentía y un heroísmo digno de respeto, porque podría dedicarse a un programa de cualquier tontería y fantasía y sin embargo, van a los lugares donde hay conflictos, se meten en medio de las balaceras, investigan, y a veces lo hacen con más capacidad lógica y objetividad que la misma policía que tiene que investigar, de tal manera que hoy está muy en alta el oficio del periodismo en Venezuela.”

Sin embargo, considera que así como hay muchos programas de gran valía y bien hechos, hay muchos que no, y plantea que la razón de ser de ello es que, detrás del productor, hay quien le sufraga o quien paga, y entonces, busca el raiting, el afán de lucro, y, con frecuencia, se sacrifican programas de calidad por programas mórbidos, bien sea de violencia, o de sexo, o de otras cosas, por complacer al gusto, mal formado, del publico.

Alternativas que ayudan

Ante la irresponsabilidad por parte de los medios de comunicación social, la falta en los líderes políticos y la ausencia de valores entre la mayor parte de las familias venezolanas, encontramos algunas alternativas que pueden ayudar a los niños a mejorar su calidad de vida en cuanto a la vivencia de valores se refiere.

En Venezuela existen diversas asociaciones civiles que se preocupan por la educación en valores, sobretodo en los niños y adolescentes. Sin embargo, cada vez se les hace más difícil conseguir financiamiento por parte del Estado o instituciones privadas para este fin.

Una de estas asociaciones es Venezuela Segura la cual se dedica a la inculcación de valores de convivencia entre los niños ya que, como expresó su directora general, Yajaira Requena, “la violencia que existe hoy entre los niños venezolanos se debe a la ausencia de valores en sus hogares”

Ellos van a la raíz de la violencia y por ello realizan una serie de actividades, tanto en escuelas públicas como privadas, para enseñar a los niños métodos de negociación y hacerles ver que la violencia no es el primer recurso y no debe serlo en ningún caso.

Por otra parte, manifiesta con preocupación, que “aquí la educación en valores es extracurricular, pero hay un mandato de La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ­- Convención Internacional de los Derechos del Niño - desde hace 16 años donde se dice claramente que el tema de los valores es un eje trasversal en la educación;” y, asevera que en ningún pensum de educación primaria, ni en La Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente (LOPNA), se habla del fondo de la educación, “no se habla de la educación en valores”.

La solución del problema de la ausencia de valores entre los venezolanos no es sólo una cosa de alternativas esporádicas, sino que hace falta una simbiosis entre éstas, la familia, cada ciudadano, el estado, las escuelas, los medios de comunicación y los líderes de las sociedades.

Es de suma importancia entonces, que todo ciudadano tenga respeto por la vida propia, a la ajena y a la dignidad humana, porque de ahí depende todo lo demás, si no respetamos la vida y la existencia del otro, ni tenemos en cuenta su dignidad, todo lo demás cae por tierra, dice el padre Manuel. “De tal manera que, el respeto a la vida, la valoración de la existencia humana y la dignificación de la misma, es la raíz fundamental de la cual depende todo lo demás en nuestro país.”

El principal problema de nuestro país no es el político, ni el económico; como bien lo expresa el Párroco del Hatillo, el principal problema de Venezuela es el social, “el del recurso humano, el que una gran parte de nuestro pueblo es desatendido, no es formado, crece en un ambiente sórdido, sin valores, sin familias, sin principios, y ello lleva a centenares y miles de ciudadanos a que cuando llegan a la adolescencia sean carne de cañón para el terrorismo, para la guerrilla, para caer en vicios, y se conviertan en una carga para el país y para la ciudadanía, cuando deberían ser la principal riqueza de un país que está totalmente deteriorado.

Cree que fomentar la educación, invertir en la formación de la familia, en la educación y adiestramiento moral, ético y profesional de la ciudadanía es la principal y más importante inversión que se puede hacer, enseñar a nuestros ciudadanos a respetarse, a pensar ellos mismos, y eso contribuiría a darnos a todos una independencia y un respeto al otro por la vida.

¿Qué nos cuesta invertir en ello?, ¿Qué nos cuesta aplicarlo en nuestras vidas?, ¿Qué nos cuesta fomentarlos entre nuestro círculo social?, ¿Qué nos cuesta exigirlo a los demás?. Gran parte de lo que estamos viviendo es consecuencia de nuestras propias actitudes, y en nuestra actitud frente a la vida está la respuesta y la solución.

Querer, es poder. Entonces invirtamos en nuestro capital humano, apliquemos los valores a nuestras propias vidas, y exijamos a los demás que lo hagan. Así podremos ver florecer los valores que tanto echamos de meno en Venezuela y disminuir esas lágrimas que empañan los ojos de tantos venezolanos y llenan de dolor y resentimiento sus corazones.

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